Oikosfera – noviembre

¿Quién se ocupa del corazón de las personas cuando éstas (y no sólo los bosques) están que arden? ¿Quién apaga los fuegos de odio, injusticia, violencia y muerte que hemos prendido en el alma? ¿Quién limpia la atmósfera psíquica de egoísmo y de tanto pensamiento envenenado lanzado contra el “otro”?

El Planeta está  enfermo, mas no sólo él. El Planeta y el mundo de afuera son un reflejo de nuestro mundo interior, un síntoma del alma; porque como es afuera es adentro. Y es lo de afuera, por evidente, que lanza la señal de alarma llamando a la urgente intervención. Por eso, sea bienvenida la Cumbre del Clima recién inaugurada en Egipto; una más que reúne gobiernos y expertos mundiales para abordar lo de afuera y (esperemos) proponer cambios y soluciones,  necesarias e inaplazables ante la cercanía del punto de no retorno. Pero no basta. Se necesita además otra acción de índole personal y prioritaria, silenciosa, íntima y sincera sin la cual nada sería suficiente. Ambas, pues, al unísono. O el desastre.

Hay cosas que ningún gobierno puede hacer porque pertenecen al ámbito psíquico y personal donde “gobierna” el Yo de cada uno. Un Yo “mal gobernante”, en verdad: egocéntrico, insolidario y de cortas miras, en permanente disputa o confrontación con los otros “yoes”, los cuales percibe como ajenos o rivales (cuando no directamente enemigos) o “cosas”; como simples  recursos materiales desprovistos de “ánima” a su servicio, y de los que aprovecharse sin el más mínimo pudor.

Esta es la verdadera crisis mundial de la que nacen todas las demás: la Crisis de Valores Humanos,  o del Hombre (mujer y varón). Ambos, colectiva e individualmente destinados a gobernar la nave planetaria llamada TIERRA, que es la Casa de Todos. O que debería serlo.

Hay mucho en juego y escaso tiempo. Cuida del Planeta. Y aún antes, cuida del “otro” y de ti. Porque todo es valioso, necesario y frágil.

Este es nuestro credo, y nuestro compromiso.