Conocer el pasado puede ser el camino para descubrir el futuro. Es lo que piensa el paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro y Risueño (1952), que se ha convertido en una de las figuras más representativas para el estudio de la evolución humana en el mundo. Codirector del proyecto Atapuerca, primer director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH), escritor y académico de la Real Academia Española, desearía encontrar un cráneo completo de un millón de años, sería su ‘Santo Grial’, pero mientras tanto ha puesto las bases para conocer mejor nuestros orígenes, ha descubierto cómo éramos hace cientos de miles de años, la evolución y las relaciones entre diferentes especies del género Homo, especialmente entre Homo neanderthalensis y Homo sapiens.
El conocimiento de nuestros ancestros le permite evaluar hacia dónde caminamos, comprender como es irremediable la ruptura del equilibrio del hombre con la naturaleza; observar como la humanidad será protagonista de la próxima extinción, que será difícil de evitar, pero aún podría retrasarse y paliarse. Reconoce que tendríamos que vivir de una manera más respetuosa con el planeta, pero no podemos cambiarlo porque tenemos que alimentarnos y seguir adelante con nuestra forma de vida.
Cree que la cultura ha sido el mayor detonante de la evolución, que la inteligencia en los humanos se alimenta de la formación y que en la diversidad de la especie está su mayor esperanza
-¿Es imprescindible conocer nuestros orígenes para marcar nuestro futuro?
-Creo que sí, naturalmente. Siempre nos hemos preguntado quiénes somos, qué hacemos aquí, cuál es nuestra naturaleza, qué somos realmente. Tener una referencia es fundamental. Un hijo que no conoce a sus padres se pregunta: ¿quiénes eran?, ¿cuál es mí procedencia?, ¿dónde he nacido? Son las mismas preguntas que nos hacemos como especie: ¿quiénes han sido nuestros ancestros y nuestros progenitores más antiguos? Son preguntas fundamentales para conocer nuestra verdadera identidad. El estudio de la evolución humana nos ofrece algunas respuestas y eso nos hace sentirnos mejor.
Conocer el pasado puede ser el camino para descubrir el futuro.
-¿Nos va ayudar a encontrar la senda que nos lleve al mejor de los futuros?
-Claro, debería ser así, pero únicamente sí todos —sin excepción— tuviésemos un verdadero interés por conocer los orígenes, los fósiles, la prehistoria, cómo y de dónde hemos surgido, qué especies son nuestras hermanas… Si todo el mundo tuviese ese interés y conociese nuestros orígenes, nuestra evolución, la especie llevaría un camino completamente distinto al que hemos seguido hasta este momento y cambiaríamos radicalmente nuestro futuro para tener opciones para seguir siendo una especie más de la biosfera. De no ser así veo el futuro bastante complicado.
-De sus palabras se deduce que no estamos demasiado descaminados cuando se habla de que en la sexta extinción el ser humano será el principal protagonista.
-Desde luego, puede ser así. Sin embargo, es muy posible que no todo el mundo desaparezca caso de producirse esa sexta extinción, un colapso de la especie, una situación que nos llevase al límite o como queramos denominarlo. Los expertos nos avisan a través de los medios; leemos y escuchamos centenares de noticias que nos dicen lo que puede ocurrir. Pero a pesar de ello actuamos como lo hemos hecho hasta ahora, sin tener en cuenta los datos y las previsiones. Tenemos una vida que no podemos cambiar de la noche a la mañana. Si vivimos en Pekín, Washington, o Madrid, ¿cómo nos movemos para ir al trabajo, al médico o para realizar cualquier trámite? No nos queda más remedio que coger cualquier transporte y contaminar sin remedio. ¿Qué hacemos entonces?, ¿dejamos de ir a trabajar y nos quedamos en casa? No podemos hacer eso, tenemos que seguir viviendo. Lo hicimos, por cierto, durante el confinamiento y vimos los efectos a corto plazo. Nadie sabía qué podía suceder cuando empezamos a utilizar automóviles, ordenadores, teléfonos móviles o cualquier otro artilugio contaminante. Ahora es muy difícil dar marcha atrás a nuestro modo de vida y tendremos que afrontar lo que nos llegue de manera irremediable.
-Si no es posible evitar ese destino al que nos dirigimos, al menos ¿podríamos paliarlo o reconducirlo?
-Es verdad que mis palabras suenan a alguien desesperado, pero la verdad es que no se puede hacer nada para evitarlo… pero sí, es cierto que podemos paliar en parte los problemas que generamos; podríamos retrasar lo inevitable, pero ya estamos en un momento en el que me temo ya no hay retorno.
El conocimiento de nuestros ancestros nos permite evaluar hacia dónde caminamos y comprender que la ruptura del equilibrio del hombre con la naturaleza sería algo irremediable.
-¿Qué podemos hacer?
-Se están haciendo esfuerzos, pero el proceso es muy lento. Me pregunto qué podríamos hacer para que todos los españoles o habitantes del planeta dejáramos de utilizar vehículos contaminantes, incluidos los eléctricos. Solo sería posible si tuviésemos una varita mágica que de la noche a la mañana lo cambiase todo. Es una utopía. Ojalá podamos verlo, pero vamos a pagar un precio muy alto, en vidas y en economía. Esto es así, y quizá la esperanza es que somos 8.000 millones en el planeta y alguien quedará para verlo y tal vez continuar la vida bajo parámetros diferentes.
-A lo largo de la historia ha habido cambios muy significativos, primero en el género Homo y una gran variabilidad en la especie Homo sapiens, ¿Es cierto que en la actualidad se reduce esa variabilidad y caminamos hacia una uniformidad poco deseable?
-Afortunadamente no es así. Pienso que ahora tenemos tantísima diversidad en el planeta, que en mi opinión no representa un problema. No ocurría lo mismo en el pasado, cuando éramos pocos, cuando nos contábamos por miles o cientos de miles. La escasa variabilidad podía ser un problema para el desarrollo y la evolución de la especie, porque estábamos bajo la dictadura de la selección natural en un medio cambiante. Sin el apoyo que hoy en día nos presta la cultura estábamos expuestos a que un cambio ambiental diera al traste con las especies de nuestra filogenia en un momento concreto de nuestra evolución. En la actualidad, de esa filogenia solo queda una especie: Homo sapiens, que se ha expandido por todo el planeta. La riqueza biológica de nuestra especie es enorme y pienso que podemos responder a cualquier cambio ambiental como expliqué antes. Pero a nivel de grupo zoológico lo peligroso es precisamente que ya estemos solos sin la compañía de otras especies como los propios neandertales. Si nosotros desaparecemos, nuestra filogenia habrá terminado, como ya lo han hecho cientos de ellas. Pensemos en los dinosaurios. Eran animales formidables, aparentemente invencibles. Un meteorito —un hecho fortuito—cambió las condiciones ambientales del planeta y lo único que ha quedado de ese mundo perdido son los restos fósiles que nos dan testimonio de su existencia.
-¿Entonces, tampoco le preocupa que la globalización sea un freno a la diversidad?
-Ante todo, es importante saber que el estudio de nuestros orígenes nos explica que nuestra especie se conformó en África hace unos 200.000 años. Desde allí nos dispersamos por todo el planeta, lo que ha generado una enorme diversidad biológica y cultural, que todavía persiste en el planeta. Dicho esto, tenemos que saber que está sucediendo con una y otra diversidad. Como he explicado en preguntas anteriores, la diversidad biológica no es preocupante, porque los genes no se comparten con rapidez y la riqueza genómica que se ha creado es enorme. La globalización cultural, en cambio, se produce a enorme velocidad, se pierden tradiciones, lenguas y formas de vida que enriquecen nuestra especie. Tendemos a unificar nuestro modo de vida y lo hacemos cada vez más deprisa. Usamos coches japoneses, alemanes, americanos, etcétera; las dietas tienden a parecerse cada vez más y hasta copiamos tradiciones que nos parecen interesantes. Hay un mercado mundial en el que todo, tanto lo material como lo inmaterial, tiende a ser uniforme y, por ende, más pobre. Volviendo a la biología, el mestizaje es muy deseable, porque mejora nuestra riqueza genética. Cuando alguien se marcha a Japón y tiene una pareja puede tener hijos mestizos. Esto es fantástico, porque estaremos generando nuevas combinaciones genéticas para enriquecer la diversidad de la especie; pero sucede muy pocas veces en comparación a lo habitual. La mayor parte de los españoles procrean españoles y la mayoría de los chinos procrean chinos. Ojalá el mestizaje fuera mucho más rápido y sin miedo alguno. Esto sería muy bueno para la especie.
-¿También la cultura, entendida como un cúmulo de conocimientos y experiencias, modela la evolución?
-Sí, por supuesto, la cultura ha cambiado nuestra evolución de una manera dramática. Hace unos tres millones de años comenzamos a transformar la materia prima que teníamos a nuestro alcance y a emplearla en nuestro beneficio. Esa transformación de la materia prima fue el inicio de nuevas experiencias y perspectivas, que nos llevó por un camino muy diferente al de cualquier otra especie. La «cultura material» ha tenido un papel importantísimo en nuestra evolución y es diferente a cualquier otra adaptación biológica. De lo que se trata es de emplear elementos externos y usarlos como si fuesen una prolongación de nuestro cuerpo. Cuando utilizo un tenedor, lo que estoy haciendo realmente es alargar mis manos para poder comer con mayor facilidad. He prolongado mis extremidades con elementos extraños que me ayudan en una función determinada. Ese ejemplo puede servir para cualquier elemento material, como un televisor, que nos permite ver lo que sucede a miles de kilómetros de distancia o un teléfono móvil, con el que podemos escuchar a otros individuos aunque estén muy alejados de nosotros.
-¿Cuándo se produce la chispa que podría considerarse el paso a la inteligencia?
-Lo primero que debemos saber es de qué inteligencia estamos hablando, si es que somos capaces de definirla. Si nos referimos a las habilidades cognitivas que permiten a una especie adaptarse a su medio, es evidente que todas las especies tienen algún tipo de «inteligencia», por lo que la cuestión no es sencilla de responder. Entiendo que la pregunta se refiere a esa capacidad que tenemos los seres humanos para entender, comprender, razonar, enseñar… Nosotros, obviamente, somos más inteligentes que los chimpancés —aunque no sé si mucho más… tengo mis dudas. Y si nos atenemos a lo que encontramos en el registro arqueológico es evidente que, de manera global, somos más inteligentes que otras especies ancestrales, como Homo habilis, Homo erectus, Homo antecessor y, tal vez Homo neanderthalensis. Pero sólo nosotros hemos desarrollado un pensamiento simbólico extraordinario; empleamos conceptos muy complejos y abstractos, estamos intentando comprender el universo que nos rodea y ya enviamos artilugios al espacio para conocerlo mejor. Los neandertales desaparecieron cuando estaban en el camino de conseguir capacidades similares a las nuestras. Así que yo no hablaría de una chispa, sino de la acumulación de unas cuantas mutaciones genéticas afortunadas, gracias a las cuales hemos podido desarrollar capacidades nunca antes logradas entre las especies que han habitado nuestro planeta.
-¿Y en el caso de los neandertales?
He mencionado antes a los neandertales (Homo neanderthalensis). Vivieron durante miles de años en un mundo hostil, en el las glaciaciones del último millón de años afectaron sobre todo al hemisferio norte y no permitieron su continuidad en el planeta. Según lo que nos cuentan los genetistas, la especie se fragmentó en grupos reducidos y sobrevino una endogamia perniciosa que los perjudicó y diezmó. Lo cierto es que cuando esto estaba sucediendo, nuestra especie se encontraba en un estado evolutivo muy similar en un medio mucho más favorable, a juzgar por las evidencias que nos ha dejado el registro arqueológico. Sabemos que los neandertales hablaban, hibridaron con nosotros en un territorio común durante 80.000 años, realizaban una tecnología compleja y estaban empezando a dejar evidencias de cierta capacidad simbólica. La pregunta obvia es ¿qué hubiera sucedido si ellos hubieran prosperado y no lo hubiéramos hecho nosotros?, ¿habrían tenido los mismos cambios genéticos —o similares— y habrían dado ese salto hacia una civilización equiparable a la nuestra? Por desgracia, nunca podremos responder a esa pregunta. Pero sí es cierto que de no haber sido nosotros, hubieran sido ellos.
-La expansión del hombre se ha realizado, en parte, a costa de los ecosistemas y sus habitantes. ¿Deberíamos volver al equilibrio con la naturaleza? ¿Aún es posible hacerlo?
-Sería lo ideal, pero ahora mismo creo que es una utopía. Somos 8.000 millones de personas en el mundo, necesitamos grandes cantidades de comida y energía, para poder sobrevivir como especie y el planeta ya se nos queda pequeño. Nos hemos expandido cada vez más y vamos eliminando ese equilibrio natural que siempre hubo en muchos ecosistemas. pensemos por ejemplo en la península Ibérica. Hace 20.000 años era un lugar donde se podía cazar, recolectar, había interminables arboledas donde encontrábamos caza y recolección para alimentarnos. Ahora, cuando recorremos Castilla, observamos que la mayor parte de los espacios naturales han sido sustituidos por cultivos, que necesitamos para nuestra supervivencia. De ese modo, hemos desequilibrado un medio en el que había sitio para otras muchas especies; y lo hemos transformado, por imperiosa necesidad, casi para nuestro único beneficio y el de los animales domésticos que nos acompañan para tareas de las que nos beneficiamos. Siendo una especie extraordinariamente numerosa tenemos enormes necesidades para alimentarnos. El equilibrio natural ha desaparecido. Nos preguntamos si eso es bueno o es malo, pero la respuesta ya es indiferente. La realidad es que no queda más remedio que seguir el camino que comenzamos hace varios miles de años cuando domesticamos las plantas y los animales. Si no conseguimos la energía que necesitamos no podríamos sobrevivir como especie y tendríamos que reducir nuestro número a lo que fuimos en un momento determinado. Ahora somos miles de millones, —la cifra es increíble para un mamífero de tamaño medio como nosotros—. Pero en nuestros orígenes la densidad de población era muy baja: un par de habitantes por kilómetro cuadrado, como ocurre en ciertos territorios de la España vaciada. Pero la densidad es enorme en muchas regiones del planeta y lo que produce la tierra es insuficiente. Además, no solo tenemos necesidades alimentarias, sino la de poseer los innumerables objetos que forman nuestra cultura material. Todos necesitamos un móvil, un coche y tantas y tantas cosas que la lista sería interminable. Delante de mí tengo un ordenador; ese aparato no solo contamina al utilizarlo, sino que para crearlo ha habido que hacer un esfuerzo tecnológico que ha producido desechos; pero lo necesito para poder seguir con mi vida normal y relacionarme con los demás. Con todo ello hemos roto un equilibrio, que difícilmente podemos recuperar.
-¿Cree que la emergencia climática, el cambio climático global, en el que se incluye el efecto del hombre, nos puede llevar al colapso de la humanidad
-Evidentemente. No soy un experto en clima, pero veo los datos y si tienes un poco de inquietud comprendes que se está produciendo un cambio climático influido por nuestra propia actividad. Ese cambio climático está elevando la concentración de CO2 y otros compuestos en la atmósfera a niveles desconocidos hasta el momento. Estamos experimentando cambios muy bruscos y perniciosos como las sequías persistentes, la alteración de los ritmos de pluviosidad, etc. Los fuegos que nos asolan no solo son consecuencia de esos cambios, sino de una densidad de población muy elevada, de la actividad de personas que muchas veces desconoce las consecuencias de sus actos. Curiosamente, hemos llegado a un punto en el que los refranes de la sabiduría popular ya no nos sirven…refranes como Hasta el 40 de mayo no te quites el sayo, Abril aguas mil… ya no son aplicables. Los expertos lo están prediciendo y en los próximos años veremos que esas predicciones se van a cumplir: mayor mortalidad por el calor extremo, falta de agua para la vida de los cultivos, lluvias torrenciales que eliminan el suelo formado durante décadas, etc. No tenemos más remedio que buscar soluciones. Las hay, por supuesto, pero son costosas tanto en vidas humanas como en el PIB de los países; y algunos se lo puedan permitir —curiosamente, los que menos están contribuyendo al cambio climático.
La cultura ha sido el mayor detonante de la evolución de la Humanidad y el inicio de nuevas experiencias y perspectivas que nos llevaron por un camino muy diferente al de cualquier otra especie.
-Está claro que tenemos que apostar por la ciencia, el conocimiento y la investigación
-Por descontado. Se trata de un requisito absolutamente indispensable para salir del atolladero en el que nos hemos metido sin apenas darnos cuenta. Los avances científicos pueden conseguir aminorar las consecuencias de los cambios que se avecinan a gran velocidad. Pero el mayor problema es que hemos de atender otras cuestiones, como las guerras tan cruentas que vivimos ya en directo y nos distraen de lo esencial. Hemos dedicar nuestro esfuerzo y nuestros medios a construir armamento, porque tenemos que sobrevivir a nuestra propia ineptitud. Insisto en que no somos tan inteligentes como creemos.
-La cultura, las mitologías, la religión, han formado parte sustancial del hombre desde sus orígenes ¿Por qué el ser humano ha necesitado siempre creer en la mediación de los dioses?
-Hay estudios sobre ello. Durante el Neolítico, un momento clave de la humanidad, —no olvidemos que somos herederos de ese período neolítico—, innovamos la domesticación de las plantas y de los animales. Ya no era necesario recorrer largas distancias buscando alimento, que ahora tenemos a nuestra disposición en áreas mucho más reducidas. El riesgo para la vida del cazador y recolector desapareció, pero surgió un riesgo diferente. Conseguimos muchos alimentos, teníamos más descendientes y la población comenzó a crecer. Tuvimos que construir fortificaciones para defender la comida y nuestros enemigos ya no eran los depredadores, sino miembros de nuestra propia especie, que deseaban conseguir de manera sencilla lo que otros conseguían con esfuerzo. El aumento poblacional generó también tensiones internas, que había que controlar. Ciertos individuos, generalmente bien formados, idearon una manera de control de esas tensiones. Surgieron así las mitologías, los dioses que todo lo ven y lo controlan. Los castigos ante la desobediencia eran ejemplares y los grupos humanos, generalmente con una formación elemental, obedecían por temor a esos dioses justicieros. El origen de las religiones ha sido estudiado por numerosos expertos y las conclusiones más importantes se han publicado en revistas tan prestigiosas como Nature, donde todo el mundo puede leer y reflexionar sobre las investigaciones de los expertos en estas materias tan importantes para la vida de las poblaciones humanas actuales.
-Hablemos de Atapuerca. ¿Seguirá siendo Atapuerca fundamental para explicarnos la evolución humana, seguirá aportando datos y nuevos descubrimientos?
-Estamos trabajando en once yacimientos y sabemos que hay muchos más. Los que llevan varios años en explotación han dado resultados extraordinarios. Los que están comenzando ya han ofrecido datos muy prometedores. En definitiva, pensamos que se puede excavar durante varios cientos de años sin que los yacimientos se agoten. Por citar alguno, puedo hablar del yacimiento de Cueva Fantasma, que Eudald Carbonell y yo mismo visitábamos todos los años sin comprender bien su potencial. Un buen día descubrimos que se trataba de una gran cueva, cuyo techo se había derrumbado por algún motivo. Nos dimos cuenta de que ese techo se había caído cuando se realizaban labores de cantería en sus proximidades. Durante varios años quitamos los enormes bloques de caliza desprendidos del techo empleando maquinaria pesada. Ante nuestros ojos fue surgiendo el yacimiento más grande de la sierra, que tardará decenas de años en ser excavado por varias generaciones de expertos.
¿Habrá continuidad en el concepto de Atapuerca cuando ya no estén sus codirectores e impulsores?
-Yo pienso que sí. Lo digo porque durante los treinta años de dirección de Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y yo mismo se ha formado un equipo extraordinario de cerca de 70 profesionales de diferentes disciplinas y de varias generaciones. Algunos/as de ellos y ellas ya están llevando un buen peso de las excavaciones e investigaciones en diferentes instituciones españolas. Hay mucho talento y la continuidad está asegurada.
-Presentaron el rostro del primer europeo, con 800.000 años de antigüedad y ahora estudian otro con 1,2 millones de años, todo un logro científico.
-Fue muy sorprendente cuando presentamos el primer rostro europeo, de Homo antecesor, con 800.000 años de antigüedad, que resultó ser muy parecido a nosotros. la parte media de la cara de esta especie es muy similar a la nuestra. Nadie esperaba un resultado como éste. Ahora nos encontramos ante un rostro humano de hace 1,2 millones de años. Para tener una datación más precisa es necesario esperar un par de meses. Se están aplicando varios métodos, que luego se cruzarán para estar seguros de la antigüedad. Hemos presentado el resto fósil a los medios, y estamos trabajando para recomponer los fragmentos que hemos encontrado hasta el momento su cara. Faltan todavía muchas piezas, que tal vez puedan aparecer este año, cuando se excave una superficie mayor alrededor del punto del primer hallazgo. Este hallazgo, fue realmente una gran sorpresa, porque el rostro está formado por huesos muy finos y muy frágiles y se conservan muy mal. Hay muy pocos ejemplares de esta antigüedad en Eurasia —únicos en Europa occidental—, por lo que ante nosotros tenemos una oportunidad excepcional de conocer el rostro de los europeos más antiguos.
-¿Cómo se siente al ser académico de la lengua?
-Fue una sorpresa increíble. Algunas personas me preguntaban con cierta curiosidad qué hacía yo en esa institución. Lo cierto es que yo también me preguntaba cuál era mi papel junto a escritores, filólogos, filósofos, lexicógrafos o personas del mundo del teatro y el cine. Algunos científicos han pasado por la Real Academia Española y, de hecho, me presentó José Manuel Sánchez Ron, historiador de la ciencia. He dedicado mi vida a la ciencia y la inmensa mayoría de mis trabajos están escritos en inglés, la lengua de la ciencia por historia y tradición. También he escrito unos cuantos libros de divulgación en castellano, pero ni de lejos puedo decir que soy escritor. Tan solo soy un divulgador de la ciencia. Sin embargo, varios meses después de presentar mi discurso de ingreso y empezar a trabajar en la Comisión de Ciencia y Tecnología puedo decir que la presencia de científicos en esta institución tan prestigiosa es una necesidad imperiosa. En el Diccionario de la Lengua Española existen muchos vocablos relacionados con la ciencia, que necesitan una revisión urgente. Muchas de las acepciones se redactaron en el siglo XIX o en la primera mitad del siglo XX. Incluso, me he encontrado con alguna acepción del siglo XVIII. Sabiendo la rapidez con la que ha evolucionado la ciencia en las últimas décadas, podremos darnos cuenta de que esos vocablos no están actualizados, cuando no son erróneos. El trabajo que tengo por delante es ímprobo, sumamente interesante y lo estoy haciendo con enorme interés. Por descontado, considero que es un privilegio formar parte de la Real Academia Española y contribuir a que nuestra lengua sea cada día mejor.
Los avances científicos pueden conseguir aminorar las consecuencias de los cambios que se avecinan a gran velocidad.
-Recibió el premio Príncipe de Asturias, supongo que un galardón como este supondrá un antes y después en el trabajo y trayectoria de un científico
-Fue un cambio radical para todos nosotros. Nuestro trabajo se incrementó de manera exponencial y mejoramos la calidad de nuestras investigaciones. Pero lo más significativo fue el cambio social que produjo este premio. La sociedad nos conoció mejor a nosotros y, en particular a nuestro trabajo, que adquirió mucha mayor relevancia. Los responsables políticos se dieron cuenta del valor del patrimonio que tienen los yacimientos de la sierra de Atapuerca. Y las buenas gentes que viven en sus proximidades pelearon junto a nosotros para conseguir que fueran declarados patrimonio material de la humanidad por la UNESCO. Este reconocimiento se consiguió en 2000 y desde entonces la trayectoria científica del equipo y el conocimiento sobre prehistoria y evolución humana en España ha crecido de manera increíble. Podemos afirmar que el premio supuso un antes y un después en todos los aspectos. Entre otros, pudo crearse la Fundación Atapuerca, uno de cuyos objetivos fundamentales es apoyar las excavaciones y las investigaciones, además de dar a conocer los resultados científicos más importantes logrados Atapuerca y en todos los yacimientos del mundo.
¿Qué le gustaría encontrar en una hipotética ‘excavación definitiva’?, ¿cuál sería el Santo Grial de Bermúdez de Castro?
-Yo creo que he hallado todo lo que tenía que encontrar y después de 40 años en Atapuerca me puedo dar por muy satisfecho. El objetivo de las excavaciones de yacimientos del Pleistoceno es saber más sobre nuestra historia evolutiva. Pero quienes nos dedicamos a esta profesión tenemos secretos que nos deberíamos confesar. Uno de ellos es encontrar fósiles humanos. Algunos colegas llevan excavando toda su vida y han realizado grandes hallazgos; pero no han tenido la fortuna de encontrar fósiles humanos; así que nos podemos sentir muy afortunados. Pero ya que me preguntas, me produciría una enorme satisfacción encontrar un cráneo completo de aproximadamente millón de años de antigüedad, que pudiera completar la cara hallada en 2022.
DICHO QUEDA EN EL ÁGORA
- Preguntarnos quiénes han sido nuestros ancestros y nuestros progenitores más antiguos es fundamental para conocer nuestra verdadera identidad. Conocer nuestros orígenes y evolución, de dónde hemos surgido, qué especies son nuestras hermanas, nos permitiría llevar un camino completamente distinto al que hemos seguido hasta este momento y cambiaríamos radicalmente nuestro futuro para tener opciones de seguir siendo una especie más de la biosfera. De no ser así veo el futuro bastante complicado.
- La cultura y nuestra capacidad para transmitirla, ha cambiado nuestra evolución de una manera drástica. Ha sido determinante nuestra capacidad de transformar la materia prima para convertirla en una prolongación de nuestro cuerpo – como el tenedor que alarga la manos y nos permite comer con mayor facilidad o, en la actualidad, un teléfono móvil.
- En la actualidad los Homo sapiens, expandidos por todo el planeta, como grupo zoológico estamos solos, sin la compañía de otras especies de nuestra filogenia y existe el riesgo de que cualquier cambio ambiental dé al traste con la Humanidad que ahora solo está protegida por la cultura.
- El mestizaje es muy deseable porque mejora nuestra riqueza genética. Ojalá el mestizaje fuera mucho más rápido y sin miedo alguno. Esto sería muy bueno para la especie.
- El equilibrio natural ha desaparecido. Nos preguntamos si eso es bueno o es malo, pero la respuesta ya es indiferente. La realidad es que no queda más remedio que seguir el camino que comenzamos hace varios miles de años cuando domesticamos las plantas y los animales. Si no conseguimos la energía que necesitamos, no podríamos sobrevivir como especie y tendríamos que reducir nuestro número a lo que fuimos en un momento determinado.
- Los expertos lo están prediciendo: mayor mortalidad por el calor extremo, falta de agua para la vida de los cultivos, lluvias torrenciales que eliminan el suelo formado durante décadas, etc. No tenemos más remedio que buscar soluciones, que las hay.