Todo empezó en Bulgaria, en un congreso sobre el cultivo de la vid. La científica Carmen Martínez estaba caminando y olió unas flores. La fragancia la transportó rápidamente a su niñez. «Había un rosal lleno de flores y me acerqué a olerlo», explica ahora, «y al olerlo me vino un recuerdo de la infancia». Había algo en ese olor que la llevaba al rosal de casa de su familia.
El rosal estaba ya en 1882 en un jardín familiar. No se sabe mucho de su historia, aunque sí «que era distinto a todos los otros».
Pero a diferencia de otras veces en las que un recuerdo olfativo nos lleva a un viaje en el tiempo, Martínez sacó algo más de esto. La magia de la memoria dio el chispazo de inicio para la ciencia. «Fue como tantas otras veces: una casualidad y el conocimiento de años trabajando», resume. La científica es la directora del Grupo VIOR (Viticultura, Olivo y Rosa) de la Misión Biológica de Galicia – CSIC. Lleva décadas trabajando en recursos agrícolas, como las vides o el olivo, una experiencia que cambió su respuesta a lo que le acababa de pasar.
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