Los conflictos y sus víctimas necesitan memoria en presente. Imágenes para recordarles a los demás que existen, que aún necesitan ayuda. Hay alrededor de 1,2 millones de dramas, con nombres y apellidos, de los que el mundo se ha ya olvidado. Todo pasa muy deprisa, Ucrania, Palestina…, y no hay espacio para digerir nuevas víctimas sin regurgitar las anteriores. Los rohinyá, el grupo étnico de «refugiados» mayor que existe en el globo, no tiene apenas quien escriba de ellos, ni quien los retrate, así que no les ha quedado más remedio que hacerlo ellos mismos.
Si alguien tuviera el acceso adecuado a los campos para fotografiar nuestras vidas, sería más fácil recordarle al mundo el conflicto en curso.
En el mayor campamento de refugiados de la ONU que hay en el mundo, en Cox’s Bazar, en Bangladesh, el español David Palazón, un diseñador y documentalista trotamundos, entendió que los sin tierra que habitan allí necesitaban contarse y ayudó a crear y desarrollar el Rohingyatographer, un singular proyecto para que sean los rohinyá los que narren a los rohinyá.
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