Cuando hago un repaso de mi vida, lo que recuerdo con más lucidez son aquellos momentos que tuvieron lugar en la naturaleza. Llegar al refugio de Bear Mountain en medio de una lluvia helada y cristalina. Un lanzamiento perfecto, suspendido en el tiempo, de uno de los grandes saltos del río Overflow Creek. Hacer snowboard en campos de nieve primaverales en el Parque Nacional de las Montañas Rocosas. Abrirme camino a través del Valdiviano, un bosque remoto en la Patagonia. Remar en mi tabla de surf antes del amanecer en El Salvador, sintiendo el contraste entre el aire aún frío y el océano cálido como una tina.
La naturaleza está llena de enseñanzas que podemos tomar de ella, enseñanzas que pueden aportarnos conocimiento e inspirarnos en nuestra vida diaria.
Mucho de nuestra vida diaria sucede puertas adentro, con preocupaciones insípidas que nos distancian de nosotros mismos. La naturaleza tiene una forma especial de eliminar esas preocupaciones, de demandar nuestra atención profundamente. Es que ella tiene, después de todo, la última palabra.
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