El año 2022, en el que la guerra en Ucrania puso en jaque el mercado mundial de gas e hizo que Europa buscase fuentes alternativas para la generación eléctrica, España apenas recurrió al carbón. La hoja de ruta de la transición energética permaneció prácticamente inalterada y, aunque las centrales termoeléctricas de carbón aumentaron su producción respecto a 2021, su aportación fue marginal: el 2,8% de toda la generación. En 2023, han caído hasta el 1,5%, con el gas ya estabilizado y una aportación renovable cercana al 50%.
España certifica su adiós al carbón en una transición a las fuentes ‘verdes’ que continuará con el cierre nuclear.
A mediados de agosto se autorizó el cierre definitivo de la central de As Pontes, a pesar de que en el verano de 2022 se había llegado a plantear si era conveniente, ya que podría servir para garantizar el suministro eléctrico si escaseaba el gas.
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