La influencia de las empresas cada vez llega más lejos, y junto a eso la responsabilidad de custodiar los derechos humanos, una tarea que en algunas zonas puede ser muy complicado. Las empresas se asegurarán que en las camisas que llevan con gracia los maniquíes no hay trabajo infantil, o que las manos que han recogido los aguacates que llegan a España desde Chile o Sudáfrica no han estado trabajando, literalmente, de Sol a Sol o incluso más.
En Europa todavía hay sectores como la agricultura o las compañías de reparto que tienen prácticas cercanas a la esclavitud moderna.
Tras un periplo en la Comisión Europea, en la que ha ido atrás y adelante, la normativa de la debida diligencia aprobó y se ha hecho norma. Las compañías tendrán que aplicar la ley europea a sus operaciones, allá donde las hagan. Si antes eran recomendaciones ahora son obligaciones que las empresas que operen en los estados miembros tendrán que incluir en su marco en los próximos años.
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