Si uno pasase por determinadas instalaciones solares en España, se podría encontrar con colmenas de abejas, con nidos de cernícalos autóctonos, con madrigueras de ciertos roedores o con setas y hongos que crecen a la vera de las placas fotovoltaicas. No, la naturaleza no se está revelando. Es el síntoma de su convivencia con las renovables. Y esta fórmula se ha bautizado como agrovoltaica: donde las plantas fotovoltaicas sirven de refugio para que el entorno vuelva a ser el que era mediante actividades agrarias o ganaderas sostenibles.
La sombra de los paneles solares protege a las viñas y mejora la calidad de la uva.
Que se lo digan a los 10.000 habitantes de Bargas, en la provincia de Toledo, donde este abril comenzó un proyecto para habilitar un hogar para cernícalos primilla (Falcon naumanni) en la planta que allí tiene Iberdrola. Entre sus instalaciones se dan las condiciones de cobijo e intimidad que necesitan estas aves para procrear, además de disponer de su dieta habitual (insectos, pequeños mamíferos u otras aves). Según Syra Zemlia Díaz, técnico medioambiental encargada de la supervisión del proyecto por parte de Geacam (empresa pública adscrita a la Junta de Castilla-La Mancha), este es «un enclave idóneo para la reintroducción de los cernícalos primilla».
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