Hace 9.000 años, cuando las tierras de la actual India vieron crecer las primeras plantaciones de trigo, los pioneros de la agricultura comenzaron a aplicar unas rudimentarias técnicas de mejora vegetal que, con el tiempo, se han ido acelerando hasta el punto de que, en apenas el último medio siglo, la productividad del antiguo cultivo ha aumentado un 220%. Y «aún es posible un avance mucho más acelerado gracias al desarrollo de las herramientas de edición genética», afirma Elena Sáenz, directora de Anove, la asociación nacional que agrupa a las empresas obtentoras de nuevos productos vegetales. Sáenz se refiere a lo que Gonzaga Ruiz de Gauna, gerente de la Plataforma Tecnológica de Biotecnología Vegetal, Biovegen, describe como unos «cambios en el genoma de las plantas que podrían producirse de manera natural (aunque de forma mucho más lenta e imprecisa)». Si se consigue desplegar todo el potencial investigador con los nuevos avances, augura Sáenz, será «posible dar respuesta a retos que ahora son impensables».
Las nuevas técnicas de edición genética, a las que la UE está a punto de dar luz verde, podrían responder a retos que ahora son impensables en el sector.
Algunos de ellos apremian, como la obtención de mayores producciones con el uso de menos recursos, un objetivo al que obliga el incremento de población y la necesidad de mayor sostenibilidad. Un informe, elaborado hace unos meses por el instituto Cerdá sobre el sector obtentor de nuevas variedades vegetales, concluye que la mejora vegetal debería elevar su ritmo de innovación un 60% para lograr que en 2050 se alcance el aumento de la producción de alimentos de entre el 35 y el 50%, que es lo que se estima necesario para poder alimentar al planeta. «Ese reto, solo es posible de alcanzar desplegando todo el potencial de I+D+i, y en concreto el uso de la edición genética». Sin embargo, «con el ritmo actual, solo seríamos capaces de aumentar la producción un 26%», y sin tener en cuenta las mermas, de entre el 10 y el 15% que se auguran por el cambio climático, apunta Sáenz.
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