«Lo comentamos los vecinos», dice María. En su aldea del sur de la provincia de Pontevedra, casi ya en la frontera con Portugal, las hojas anaranjadas que anuncian la llegada del otoño tardan más que antes en llegar. Los vecinos también han detectado que los árboles florecen a veces fuera de tiempo —«pero luego se queda en nada»— y que los comportamientos habituales de las plantas no son los que están viendo.
El calentamiento impacta en los ecosistemas, altera los comportamientos estacionales y hace los océanos mucho más verdes.
Sin saberlo, están haciendo ciencia ciudadana y, de paso, han identificado un patrón que se está viendo no solo en esa zona fronteriza. Los colores de la naturaleza se están alterando y es algo que está ocurriendo en todo el mundo. La culpa está en los cambios que ha generado el cambio climático.
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