El uno de enero de 1993, con la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, se creó el mercado único europeo. La mayoría de nosotros lo disfrutamos cada día y de muchas maneras, y no siempre lo apreciamos o valoramos en su justa medida. Bienes, servicios, personas y capitales circulan libremente por la Unión Europea que, además, ha ensanchado y mucho sus límites desde entonces, agrandando este espacio de oportunidades. El mercado único es, en gran medida, causa de una mayor integración europea. Y en la coyuntura actual, en que nos lamentamos de la dilución del peso de Europa, una de las mayores bazas de nuestro poder económico y político en el mundo.
La mayor parte de estas inversiones tendrán que proceder de financiación privada, la pública no es bastante por sí sola.
A este aniversario, que debe deber ser tanto de celebración como de guía para futuras decisiones y políticas comunitarias, lo acompañan dos cuestiones no menores en este inicio de año:
Por un lado, la Comisión Europea abrió un periodo de consulta pública, ya concluido, como punto de partida –necesario y obligado– previo a lanzar su inminente propuesta de reforma del mercado europeo de la electricidad. Es una oportunidad de hacer más Europa eliminando obstáculos y perfeccionando el mercado único europeo por medio su mercado eléctrico. Es también una oportunidad para introducir las mejoras que nos permitan avanzar más rápido hacia los objetivos del Acuerdo de París y reducir nuestra dependencia energética de los combustibles fósiles, especialmente del gas natural, causa última de la coyuntura de precios actual.
23 Me gusta