Juan Enrique Gómez. Periodista, director de Waste Magazine
Vivimos inmersos en la creencia de que la eliminación de determinados sistemas tradicionales supone la muerte del planeta, mientras que los nuevos recursos tecnológicos son la esperanza de la humanidad
Los Centros de Datos de Internet están entre los mayores consumidores del mundo de energía eléctrica.
JUAN ENRIQUE GÓMEZ
Recibir en el correo electrónico, las facturas de electricidad y agua, las comunicaciones del banco, teléfono e internet y otras muchas, nos hace sentirnos partícipes de la revolución verde, miembros del selecto club de quienes apuestan por el respeto al medio ambiente y el cuidado del planeta. Lo interiorizamos de tal forma que lo contamos a nuestros amigos, a través de las redes sociales y les animamos a que entren en el universo de la digitalización, que lancen a los cuatro vientos sus opiniones sobre lo que se les ocurra en cada momento, que se conviertan en comunicadores y muestren lo que sucede a su alrededor, en sus casas y sus vidas, porque hemos encontrado la fórmula mágica de la humanidad teñida de verde. Al unísono apagamos durante una hora al año la luz de nuestros monumentos y paseos, incluso de nuestras casas, como contribución al ahorro energético y la reducción de los gases de efecto invernadero, con lo que, además, ayudamos a paliar los efectos del cambio climático, pero nos olvidamos de que las tecnologías de la información no funcionan por arte de magia, que necesitan ingentes cantidades de energía que se incrementa con cada foto, vídeo, comentario, felicitación, ‘meme’ y post que subimos a la red.
Vivimos inmersos en la falacia de la sostenibilidad, en la creencia de que la eliminación de determinados sistemas tradicionales supone la muerte del planeta, mientras que los nuevos recursos tecnológicos son la esperanza de la humanidad. Voces del mundo de la ciencia alertan sobre la ingente cantidad de energía que necesita el universo digital en el que hemos sumergido nuestras vidas. Indican que uno de los mayores consumidores de energía en el mundo es la red internet, tanto para la producción de equipos informáticos como para el almacenamiento y distribución de información. Los enormes y complejos centros de datos que se distribuyen por todo el mundo consumen entre 200 y 250 teravatios/hora de electricidad a lo largo de un año. Una cifra que supone el uno por ciento del consumo total de electricidad en el mundo. Un porcentaje que podría parecer pequeño, pero al que no llega ninguna planta industrial por grande que sea. En España, el consumo eléctrico de los centros de datos supone un 3% del consumo total del país. Para hacernos una idea más clara de la magnitud de estos porcentajes, la totalidad de la siderurgia y metalurgia mundial, donde se incluyen las fábricas de coches, acero, informática, construcción naval y otros muchos sectores, consumen un 23% del total de energía consumida a nivel global).
El problema fundamental del rápido crecimiento del universo digital, es que se ha desbordado a causa del uso masivo de los centros de datos para la distribución y almacenaje de millones de billones de gigabytes que, en un gran porcentaje, están formados por aportaciones intrascendentes de personas de todo el mundo, que no necesitan ser guardadas ni que ocupen espacio en las autovías de la información. La demanda energética de cada uno de esos datos de escasa utilidad incrementa las necesidades de energía de los sistemas de almacenaje digital, por ejemplo los millones de mensajes de whatsapp que mantenemos en nuestros móviles sin borrar y que en realidad se conservan en los International Data Center.
Cuando desde determinadas plataformas sociales y políticas se hace un llamamiento a teñir de verde nuestras vidas a base de digitalización, hay que tener en cuenta sus aspectos positivos, ya que con ello contribuimos a reducir la tala de árboles, las emisiones de carbono, el masivo uso de agua y luz por parte de las papeleras y otras muchas actividades contaminantes, pero no podemos olvidar que la contrapartida tiene un precio: los centros de datos han llegado a tal nivel que necesitan impresionantes sistemas de refrigeración, ya que el funcionamiento de los equipos informáticos genera calor que se incrementa proporcionalmente a su potencia y capacidad de trabajo. Se ha llegado a tal punto que compañías como Amazon, Google, Facebook y otras, intentan instalar sus centros de datos en zonas del norte de Europa y cercanas a los polos, para rebajar el consumo en refrigeración, incluso han iniciado proyectos de instalación de sus Data Center en barcos, y utilizar, in situ, el agua de mar para refrigerar los sistemas. También hay proyectos para transformar el calor generado por los equipos en nueva energía. Las grandes compañías de datos aseguran que utilizan una gran cantidad de energía procedente de fuentes renovables, incluso han creado plantas fotovoltaicas propias para abastecerse.
El uso de la digitalización en nuestras vidas es un gran paso que incide en el cuidado del entorno, pero debemos ser conscientes de las necesidades de una herramienta que, aunque nos abre el camino a un futuro de comunicación y progreso, de unidad y globalización, no es, por el momento, el oráculo que nos convierte en sostenibles.
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