El ministro chino de Medio Ambiente y presidente de la conferencia, Huang Runqiu, ponían fin esta madrugada a la cumbre de biodiversidad de Kunming-Montreal picando enérgicamente con el mazo sobre la mesa presidencial. Un sonido que, sin embargo, quedaba solapado por el entusiasta aplauso de las casi 200 delegaciones participantes. Y no es para menos. El flamante Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal supone un paso de gigante para lograr detener la destrucción de la naturaleza y recuperar los espacios y las especies que hemos perdido durante décadas de desdén hacia los servicios que nos prestan los ecosistemas naturales y el alto valor de la biodiversidad que albergan.
Hasta ahora, menos de un 17% de la superficie terrestre y apenas un 10% de los mares del planeta estaban amparados por alguna figura de protección. El documento aprobado la pasada madrugada en Canadá, al que muchos ya han empezado a nombrar como Acuerdo 30+30+30, fija sus principales objetivos en alcanzar la protección del 30% de la superficie terrestres y el 30% de los océanos para 2030, lograr que el 30% de los ecosistemas degradados sean restaurados y destinar 30 mil millones de dólares anuales a la conservación de la naturaleza.
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