A. Montalbán.
Sociólogo
Cuentan que en cierta ocasión se hallaban reunidos varios discípulos de Sidhartha Gautama: el Buda, debatiendo un asunto, y cada uno exponía su opinión a cuál más disparatada o absurda a juicio del Maestro.
Pasó un buen rato y aquello no se enderezaba. Así que Buda se dirigió a ellos recriminándoles su superficialidad y falta de sentido práctico. Y a modo de lección les propuso el siguiente ejemplo:
Imaginad que estando un grupo de personas reunidas, tal como vosotros ahora, una flecha de origen desconocido se clava en el muslo de uno de ellos… ¿Qué es lo primero que habría que hacer? Preguntó Buda.
Y ellos respondieron así:
Uno dijo: Lo primero, sería averiguar de dónde viene la flecha.
Otro: Pues yo creo que lo primero es calcular su profundidad.
Un tercero: A mí me parece que lo más importante es saber de qué material está hecha la flecha.
Y así, uno tras otro, fueron exponiendo su punto de vista. Y cuando hubieron terminado, Buda les dijo escuetamente: Si alguien tiene una flecha clavada, lo primero que hay que hacer es: QUITARLE LA FLECHA.
¡Toma ya!
Pragmatismo puro, sentido práctico, cordura… Que son valores característicos del budismo a los que apelo en esta reflexión que inicio como una llamada al orden y como interpelación a nosotros mismos, a la sociedad de hoy que parece navegar por las nubes de la inconsciencia pese a tanta evidencia de “heridos”, de los muchos daños ya ocasionados y otros muchos por llegar…
Daños que están al caer como “flechas” y que lo harán si no reaccionamos, sumándose a los ya ocasionados; como la sequía que amenaza con convertir la península ibérica en un desierto, la alteración climática, las catástrofes ambientales, la contaminación, la escasez de energía y un largo etcétera de “flechas” que no lo parecen, pero llenan el Planeta de “heridos” necesitados de medidas efectivas y no de ocurrencias especulativas inútiles -cuando no claramente dañinas- esgrimidas por “opinadores” sin la necesaria información o egoístamente interesados. Y entre tanta oferta cabe citar, a modo de ejemplo, aquellos que se oponen de manera radical a la instalación de plantas renovables “porque contaminan visualmente el paisaje”…, en lugar de pensar que generan energía limpia absolutamente necesaria y que contribuyen muy positivamente a la descontaminación atmosférica y a la salud del Planeta y humana, entre otros beneficios sociales. ¿Dónde está el realismo y el necesario ordenamiento de los valores en dicho supuesto? No se aprecian, en verdad. Y lo cierto es que vivimos bajo una permanente lluvia de “flechas” de muy preocupante evolución, dada nuestra pasividad y, en muchos casos, incluso complacencia.
Esta es la situación real, más allá de la metáfora que nos convierte a todos en el referido grupo de atolondrados discípulos de Buda. Y a éste, el lúcido o el Iluminado necesario que aporta pragmatismo y cordura afirmando que:
Lo primero que hacer, es quitar la “flecha”
Resuenan sus palabras en esta actual sociedad de sordos carente de pragmatismo y sobrada de radicalismo e ideología. Y, desde ahí, desde ese círculo que nos rodea y por si la sugerencia budista no queda clara, expongo mi visión sobre algunos conceptos empezando por el fundamental, que es el sentido de “flecha”:
“Flecha”: metáfora o nombre simbólico de cualquier elemento, físico o intangible, capaz de provocar un “mal”, sea inmediato o de efecto retardado. O también que sea capaz de obstaculizar o impedir la generación de un “bien” físico, psicológico o moral, inmediato o a término. Cualquier elemento que encaje en alguna de esas dos categorías, es una “flecha”. Y a menudo, envenenada.
Dicho esto, ya podemos entender la sentencia de Buda, 2.500 años después de ser pronunciada. O sea: qué quiere decir y en qué consiste el “quitar la flecha”, aplicado a la vida común.
Pues bien, dejemos claro en primer lugar que en dichas palabras no solo se contiene una recomendación, sino todo un tratado de ética que es la columna vertebral de esa gran filosofía de vida denominada Budismo y que, en nuestro caso, simplifico en estos tres puntos iniciales y básicos:
1) No hacer daño. Cortar con, eliminar o dejar de hacer aquello que provoca daño o amenaza a la vida, al progreso, la salud, la paz y al bienestar social.
2) Hacer el bien en todo momento y lugar, de pensamiento, palabra y acción.
3) Alejarse de poses o banalidades, ser honestos y consecuentes y cumplir con nuestro deber moral.
El futuro nos reclama no solo vivos, sino también “renacidos”. O nuevos.
20 Me gusta